Es fama que el primero en dar al dominio público la teoría de los números irracionales pereciera en un naufragio, y ello porque lo inexpresable e inimaginable debería siempre haber pertenecido oculto.
Ni una sola palabra piadosa para aquel pobre infeliz, ni la más mínima conmiseración por su suerte: ha pecado contra las cosas más sagradas, y por ello debe hacérsele callar, desaparecer, aniquilar transportarle simbólicamente al lugar de "origen", o sea, la nada de donde vino.
Que allí sea flagelado por los flujos eternos, prisionero por los siglos de los siglos: ha osado tocar los misterios más profundos de la vida sobre lo que nosotros no podemos detenernos. Pues nuestra mirada ha de esta dirigida hacia delante, y el don de la vida nos ha sido concedido para ascender de lo inexpresable e inimaginable, desde la profundidad del Caos, hacia lo claro, lo armónico, lo visible, hacia el Cosmos y la armonía de las esferas, en definitiva.
El secreto había salido a la luz relativamente pronto, y la ciencia debía tenerlo en cuenta necesariamente.
Quien lea este pasaje sin sentir un escalofrío en la espalda no tiene sentido de la mística.