miércoles, 12 de febrero de 2020

Punto sin retorno

Mírame, libre de las voces y de las sombras umbilicales.
Mírame ahora que soy rastro de tabaco en la pipa de los más grandes científicos,
polvo del libro que vuelves a leer, crimen, castigo y único amigo del mismisimo alcohol.

Mírame ahora que soy tormenta después de la calma,
cuello de Ganesha, brazos de Shiva y piel de tambor mapuche.

Mírame que soy la sonrisa del pobre y la urticaria del rico,
el óxido que le da el valor a la piedra,
hombre bala con sangre de pólvora,
mírame que soy el surrealismo mismo que pintaba Dalí.

Mírame contar hacia atrás.

Hacia el amanecer nuclear que llamaron Trinidad,
porque contigo y sin ti soy;
décima plaga de Egipto,
noveno circulo del infierno,
octava que separa el grito de guerra del canto que celebra la resurrección del vivo,
séptimo sello abierto a la nada,
sexto mandamiento salpicado de esperma en la cara,
quinto jinete del apocalipsis sin caballo ni armadura,
cuarto acolchado con pizarras blancas y libros de matemáticas,
tercer ojo que reflexiona, piensa y medita más y más y más,
segundo principio de la termodinámica,
y desgarro de primer y espantosamente único amor.

Y si cierras los ojos, y dejas de mirarme
seremos la luz que encienda el primer reactor de fusión de oro.