En medio de la avalancha de información en la que navegamos, en un tiempo en que cada uno de nosotros es diariamente una caja de resonancia de ruido y basura comunicacional de toda especie, tal sera hora de bajar el volumen de los alto-parlantes y estar atentos a los que adviene en silencio, sin espectacularidad, los signos de cambios que ni sospechamos ni adivinamos, absorbidos por el cacareo y la furia.
Son muy pocos los que realmente están atentos o interesados en entender lo que viene,
la hierva que florece de noche. Es poco estimulante retroalimentarse de lo mismo reciclado de distintos formatos, porque es ese "lo mismo" lo que está cayendo a pedazos en cámara lenta.
Las categorías en las que estamos prisioneros mentalmente no nos permiten anticipar derrumbes
ni oír la nueva hierba crecer. Nuestro mundo no es el mismo que el de ayer, pero su novedad no se reduce a lo tecnológico o virtual. Eso es solo lo más obvio. Para ir más allá hay que acercarse a los que están haciendo un mundo nuevo, aquellos que hoy son islas, pero que mañana formarán un archipiélago. Eso alimenta mi esperanza y ecualiza mi natural tendencia a la queja ante todo lo absurdo, vulgar, ramplón que tiene tanto micrófono y tanta portada hoy.
Habría que hacer una Arca de Noé de las palabras más silenciosas que hoy estén naciendo en el mundo, lejos de la pauta impuesta. Ahí nos daríamos cuenta de que hay recursos creativos y espirituales para enfrentar las inevitables tormentas que vienen o en las que ya estamos.
Pero, ¿Dónde se están incubando los pensamientos "con pies de palomas" que movilizarán al mundo en las próximas décadas?. Claramente, no en los lugares donde solo imperan ideas hechas que ya no dan cuenta del nuevo mundo que está a punto de romper el cascarón. Difícilmente saldrá de ahí lo nuevo, lo naciente.
Hoy, tal vez el desafió más urgente sea limpiar las antenas y pararrayos interiores para poder oír las pisadas de palomas y anticipar de verdad las tormentas. requerimos un período de intenso silencio para volver a pensar de nuevo, y no simplemente conformarnos con repetir lo ya sabido. Ello implica el coraje de desaprender y, sobre todo, de desprendernos de nuestra certezas gastadas, nuestras tablas de salvación apolilladas y carcomidas por las termitas.
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