Justificar la violencia callejera como la consecuencia lógica de la indignación por las colusiones y las desigualdades del sistema, solo afirmar que la destrucción es necesaria para el cambio social, apagará a - según el filósofo Jorge Millas- "la postrera y débil lucidez frente a la inhumanidad de la violencia".
No se construye una sociedad mejor sobre las ruinas y cenizas del país que queremos mejorar. Es hacer más difícil el trabajo que ya es difícil.
Uno de los factores esenciales de la democracia es aceptar convivir con el adversario y no convertirlo en un enemigo a destruir.
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